Historia

Historia

Montellano es una villa moderna, con un término municipal nacido de la segregación definitiva del de Morón de la Frontera en el siglo XVIII. El pueblo y su término municipal conservan huellas de su pasado, sin embargo, su variado y abundante Patrimonio Cultural no está todavía suficientemente investigado. En su término hubo minas, canteras, salinas, explotación agrícola intensiva, bosques, aldeas, castillos y villas. Seguramente, el hecho de encontrarse en un área de límite entre diferentes unidades territoriales, tanto en época romana como medieval (islámica y cristiana), provocó que el poblamiento fuera dinámico y cambiante a lo largo de estos siglos.

Los primeros pobladores que dejaron algún vestigio de su existencia en el término de Montellano parecen haber vivido aquí en los períodos conocidos como Neolítico Final y Calcolítico (también conocido como Eneolítico o Edad del Cobre), que es cuando se generalizan las técnicas de obtención de artefactos de piedra mediante el desbastado y pulimentado de cantos y la extracción de láminas de sílex a partir de un núcleo de este material preparado especialmente para ello.

La información arqueológica con la que contamos en la actualidad es muy escasa y se trata básicamente de varias localizaciones de utensilios de piedra aislados. La larga perduración de la manufactura y uso de este tipo de instrumental hace muy difícil datarlos con mayor precisión. La existencia de algunos silos excavados en el suelo para la conservación de cereales, junto con la interpretación funcional que se hace de muchos de los utensilios de piedra como herramientas agrícolas (azuelas, hachas, dientes de hoz), permiten formular la hipótesis de que estos tempranos habitantes de la zona se dedicaban a actividades agropecuarias en las tierras bajas, situadas en la parte occidental del actual término municipal.

Los únicos restos de objetos de cerámica bien datados en el período conocido como Calcolítico proceden del que, ya en esta época tan remota, se perfila como el que será el núcleo fundamental de poblamiento de la zona durante siglos, situado en el bello paraje conocido en la actualidad como "El Molino Pintado".

De períodos prehistóricos posteriores sólo contamos con hallazgos casuales de fragmentos de cerámica de la conocida como "Cultura del Vaso Campaniforme", que no permiten mayores precisiones, y diversos objetos metálicos datables en la denominada "Edad del Bronce" cuya forma de obtención -actividades furtivas en busca de objetos arqueológicos para su venta- invalida en gran parte su uso como fuente de información al ser su origen dudoso y al haberse destruido su delicado contexto original.

Tras centenares de años de los que no contamos con información alguna, los vestigios arqueológicos investigados indican que probablemente hacia los siglos X y IX antes de Cristo, durante el período conocido como del "Bronce Final", existía un núcleo de población en el paraje de "El Molino Pintao".

Éste siguió habitado desde entonces prácticamente sin solución de continuidad, convirtiéndose en el núcleo principal de lo que hoy es el término de Montellano. Así, durante el período "Orientalizante" (aproximadamente entre los siglos VIII y V antes de Cristo), los restos arqueológicos reflejan lo que las fuentes históricas grecolatinas posteriores nos trasmiten sobre esos años: los influjos culturales del Mediterráneo Oriental se extienden por la Península a partir de la fundación de Gadir (Cádiz) y el resto de establecimientos fenicios.

Entre el siglo V y el III antes de Cristo, hasta que los ejércitos romanos llegan a la Península para enfrentarse a los cartagineses, sigue siendo el yacimiento de "El Molino Pintado", junto con alguna otra localización de restos de cerámica, el único que presenta indicios claros no sólo de estar habitado, sino de ser un núcleo de entidad urbana.
HISTORIA ANTIGUA


La primera mención directa al actual territorio de Montellano en las fuentes históricas la encontramos en la Historia Natural, escrita por Cayo Plinio Segundo, más conocido como Plinio el Viejo, en la segunda mitad del siglo I después de Cristo. En sus relaciones de los núcleos urbanos de la provincia romana denominada Hispania Ulterior Baetica, menciona a la ciudad de Callet y a los Callenses Aeneanici. Esta ciudad era la que ocupaba el yacimiento de "El Molino Pintado".

La ciudad contaba con población romana, latina o itálica con anterioridad a las guerras civiles que marcaron dramáticamente el final de la República Romana y que afectaron particularmente a la Bética, puesto que acuñó moneda dentro del sistema metrológico romano y usando el alfabeto latino. La población indígena local, probablemente de mayoría étnica celta, y los inmigrantes itálicos allí asentados tomaron partido por la facción cesariana en el conflicto. Una vez que Julio César venció definitivamente a la facción pompeyana, él mismo -o algunos años después Octavio Augusto- concedió a sus habitantes el título honorífico de Callenses Aeneanici. A fines del siglo I, pocos años después de que Plinio concluyera su obra, los emperadores Flavios hacen extensivo el derecho latino a todos los habitantes del Imperio, de forma que aquí las dos comunidades, indígena e itálica, se fusionaron legalmente bajo normas unificadas, constituyéndose en la Respublica Callensis.

Dentro de la organización administrativa alto-imperial, la provincia Bética estaba dividida en cuatro conventos jurídicos, cada uno denominado conforme a la ciudad de mayor importancia de cada uno. Así, el convento cordubense tenía su centro en Corduba (Córdoba), que, a su vez, era la capital de la provincia; el hispalense tenía su centro en Hispalis (Sevilla); el gaditano en Gades (Cádiz) y, finalmente, el astigitano en Astigi (Écija). Los límites de los tres últimos confluían aproximadamente en las tierras que hoy forman el término de Montellano, que podría haber pertenecido a cualquiera de ellos. Hasta la fecha se han formulado diversas posibilidades de reconstrucción de los límites conventuales, pero ninguna concluyente, ya que queda aún mucho que investigar en torno a Callet. Los largos años de paz en la Bética propiciaron el crecimiento de la población y el desarrollo de una próspera agricultura. Parte de los habitantes de la zona pudieron vivir tranquilamente de forma dispersa en villas o explotaciones agrarias de menor tamaño, en unos campos esmeradamente centuriados, esto es, divididos en parcelas cuadrangulares de tamaño regular que, a su vez, podían subdividirse en unidades menores de acuerdo con las características de la propiedad. La investigación arqueológica ha permitido localizar vestigios de la centuriación en las tierras de El Bosque, así como detectar la existencia de al menos 33 yacimientos arqueológicos de esta época. De estos, el principal, por supuesto, la ciudad de Callet.

Otro vestigio de importancia es la vía romana conocida como "vía del Estrecho", que unía la capital provincial, Córdoba, y la colonia portuaria de Carteia, en la Bahía de Algeciras. Esta vía cruzaba -y todavía cruza, aunque no sea fácil distinguirla- el término municipal de Montellano aproximadamente de Norte a Sur, desde el puente romano sobre el Salado hasta los antiguos vados del Guadalete junto a Puerto Serrano. Ésta era la principal vía de comunicación de la zona en la época. Su existencia justifica la del segundo yacimiento en importancia de época romana, las fortificaciones castrenses que ocupan las cimas septentrionales de la Sierra de San Pablo (parte de las cuales se conocen actualmente con el topónimo de Pancorbo). Se trata de dos campamentos militares romanos amurallados, nacidos al calor de las confrontaciones bélicas de la conquista y de las posteriores guerras civiles tardo-republicanas, que estuvieron ocupados hasta la Antigüedad Tardía -probablemente ya convertidos en un asentamiento civil- y, posteriormente, reutilizados durante la Edad Media.

De fechas posteriores al siglo I no contamos con noticias directas en las fuentes históricas, aunque, indirectamente, podemos suponer que la zona pasó por las mismas vicisitudes que el resto de la Bética: a partir del último cuarto del siglo II las razzias de los maures asolaron en varias ocasiones la provincia. En el siglo III se incrementa la sensación de inseguridad con una incursión de rapiña de los francos y los conflictos internos del Imperio. Se generaliza el amurallamiento de las ciudades, la fortificación de las explotaciones agrarias alejadas de las mismas e incluso el abandono de muchas otras. Así, la mayoría de los yacimientos rurales del término raramente continuaron habitados más allá del siglo III. No obstante, la vida continuó en la ciudad de Callet y, al parecer, las fortificaciones legionarias acogieron a una pequeña población intramuros que, al igual que otra que se asentó a los pies del monte de Cote, buscaban la seguridad relativa de los lugares altos.

El siglo V significó la ocupación de la parte occidental del Imperio por distintos pueblos de origen germánico. Esto significó largos años de dificultades para la Bética, soportando la ocupación de los vándalos y después la guerra de exterminio que los visigodos llevaron a cabo contra ellos por encargo imperial. La provincia volvería a convertirse en campo de batalla a mediados del siglo siguiente, cuando, en el año 552 los ejércitos bizantinos llegan a la Península para apoyar a Atanagildo en su enfrentamiento contra el rey Agila. La victoria obtenida les permite conservar para el Imperio Romano de Oriente una gran porción del Sur y el Este Peninsulares, dentro de la cual quedaban las tierras del actual término municipal de Montellano.

Esta ocupación será un foco de tensiones y de guerra casi continua entre el reino visigodo y el imperio bizantino, particularmente durante el reinado de Leovigildo. El término de Montellano estaba en la encrucijada entre las grandes ciudades del valle del Guadalquivir (Sevilla y Córdoba) y las de la costa (Cádiz y Málaga), implicadas directamente en las disputas entre bizantinos y visigodos y, aparentemente, no muy dispuestas a formar parte de reino de esos últimos sin presentar resistencia, por lo que esta zona, también de fuerte raigambre hispano-romana, se vio implicada en los enfrentamientos, que acabarían afectando y determinando la distribución del poblamiento, cada vez más reducido y concentrado en núcleos fortificados o de fácil defensa que pervivirían hasta la Edad Media, como la vieja Callet, la Sierra de San Pablo o el monte de Cote.
MONTELLANO EN ÉPOCA ISLÁMICA


El término municipal de Montellano era durante la época islámica el límite entre tres provincias o kuwar, que eran:
- La kura de Isbiliyya (la provincia de Sevilla).
- La kura de Saduna (provincia de Sidonia -aproximadamente la de Cádiz).
- La kura de Mawrur (provincia de Morón).
Los límites no están claros, puesto que no tenemos referencias directas ni en las fuentes escritas, ni en las iconográficas. No obstante, teniendo en cuenta referencias indirectas, sabemos que la mayor parte del término pertenecía a la kura de Mawrur, esto es la zona entre el Guadalete y el Salado -al norte y sur respectivamente- y hasta la Sierra de San Pablo por el oeste, perteneciendo la falda oeste de la sierra a la provincia de Sidonia.

Los centros de poblamiento andalusíes más importantes en el término de Montellano fueron: Hisn Aqut o castillo de Cote y Xillibar o Sillibar. Ambos lugares aparecen en las fuentes árabes desde fecha muy temprana, siglo IX y debieron seguir estando habitados sin solución de continuidad durante toda la Edad Media. Uno y otro fueron los poblados que aglutinaron a la población de la zona, hasta que a partir del siglo XVI comenzó a surgir y consolidarse el actual pueblo de Montellano.
La proximidad de estos dos núcleos de población islámicos, Cote como castillo o hisn y Sillibar como aldea fortificada o al-qarya se explica por que mientras que el primero pertenecía a la provincia de Morón, la segunda se encontraba en la cora de Sidonia.

Hisn Aqut o Castillo de Cote

Cote aparece mencionado en las fuentes escritas por primera vez en el siglo IX con el nombre de hisn Aqut (castillo de Monte Agudo). Con este nombre aparece en diversas ocasiones en las fuentes árabes durante los siglos X, XII y XIII, siempre destacándose su posición elevada e inexpugnable que lo hacía frecuente refugio de rebeldes y heterodoxos.
El monte de Cote -que es una prolongación de la Sierra de San Pablo- tiene vestigios de poblamiento durante la época romana y visigoda en las laderas. No obstante el poblado fortificado en la zona más alta tiene su origen en el siglo IX, durante el emirato de Córdoba. En aquellas fechas Cote estaba bajo el control de la familia beréber Banu Mawlud, y parece que entre la segunda mitad del siglo IX y hasta el 920/921, este hisn debió ser la capital de la cora de Morón. En efecto, ya en estas fechas hay un castillo en la cima que conserva dos fases constructivas datadas en el siglo IX; también hay vestigios de una villa probablemente cercada ya entonces a la altura de los 490 m con una muralla de 227,30 m de perímetro y, un barrio extramuros o arrabal en la ladera sudeste a partir de los 400 m y hasta la base del monte.
A partir de la desintegración del califato de Córdoba y el surgimiento de los reinos de taifas, la provincia de Morón se convierte en uno de estos reinos, gobernado por una dinastía beréber los Banu Dammar que se mantienen en el poder desde el 1013/1014 hasta el 1053, fecha a partir de la cual este territorio fue conquistado por el rey de Sevilla al-Mutadid, perdiendo su autonomía. El período taifa fue de una gran importancia para hisn Aqut, porque en estas fechas se construyó el castillo islámico que hoy vemos y dentro de él un gran aljibe dividido en dos cámaras, cada una de ellas con una capacidad de 43 m3.
Durante los siglos XII y primera mitad del XIII, etapas almorávide y almohade, Cote es un centro de poblamiento importante atestiguado por la gran cantidad de cerámicas halladas especialmente en el arrabal.

Xillibar o Sillibar

Sillibar aparece mencionado en las fuentes árabes en varias ocasiones. La más antigua corresponde al emirato omeya, cuando en el 914 el emir Abd al-Rahman III en una de sus campañas de conquista del territorio sometido a Umar Ibn Hafsun, entra en la fortaleza de Sillibar y construye la fortaleza de Espera para controlar Aqut (Cote).
Esta alquería fortificada se encontraba al pie del camino del Estrecho, que unía Algeciras con Sevilla, Carmona y Écija. En este contexto aparece mencionada durante los siglos XI y XII, época en la que debió ser un asentamiento importante en la zona, teniendo en cuenta que la incursión de Alfonso VIII en el 1189 llegó hasta aquí.

En estos siglos este territorio estaba poblado e intensamente cultivado como demuestran los análisis palinológicos y carpológicos efectuados en las excavaciones arqueológicas de Cote. Nos encontramos con una gran variedad de cultivos, donde están presentes especialmente una gran variedad de hortalizas lo que demuestra la existencia de espacios irrigados (de huertas) a las que se hace referencia en la documentación cristiana posterior a la conquista.

La conquista cristiana de este término se produjo en dos impulsos sucesivos. En 1240 se conquistó hasta Cote y, por tanto, hasta la provincia de Morón, y habrá que esperar a una fecha no determinada por las fuentes escritas, pero anterior a 1253, para que se produzca la conquista de estos territorios septentrionales de la cora de Sidonia.
Se conservan dos diplomas de la cancillería de Alfonso X del año 1253 donde se delimita el término o alfoz de Sevilla, en ellos se constata la integración de estos territorios a la provincia de Sevilla, quedando incluido en ella la totalidad del término municipal actual de Montellano.


En el año 1255 y por disposición real se pacta con el alcaide de moros, el trasvase de la población mudéjar (musulmanes que viven en territorio cristiano) de Morón a Sillibar. Ciertamente, después de la conquista cristiana estos territorios se hallaban en la frontera con el reino nazarí de Granada que en los documentos de la época se llamaba Banda Morisca. Asentándose entonces pobladores cristianos en las mencionadas villas y permaneciendo los castillos o alcázares bajo la tutela del rey a través del concejo de Sevilla. Esta situación no duró muchos años, debido a la revuelta mudéjar del año 1264 y a las efectivas y violentas incursiones de los benimerines entre 1275 y 1285.


Estos factores negativos provocaron un cambio decisivo en la estructura de la frontera con Granada, donde todas las fortificaciones de primera línea fueron entregadas a distintas órdenes militares. Sillibar fue entregada a la orden de Calatrava, Morón y Cote a partir de 1279 constituyeron una encomienda de la orden de Alcántara hasta el año 1461 en que fue vendida al conde de Ureña, señor de Osuna.


Aquella zona bien poblada y con una explotación agrícola de carácter intensivo, se convirtió en un baldío y en pocos años en un bosque. El espacio entre los ríos Guadalete y Salado se denominó Algaida de Cote o Breña de Cote. Bosque que tuvo un aprovechamiento cinegético (caza), maderero y de recolección de frutos silvestres que se producía desde las poblaciones limítrofes, caso de Sillibar y Morón, puesto que Cote estaba prácticamente despoblada y no era más que un puesto de vigilancia en la frontera dependiente de Morón. Todo ello, lo conocemos a través de las fuentes escritas, pero también a través de los análisis paleo-botánicos efectuados en la excavación de Cote. En efecto, se detecta un enfriamiento del clima que datamos en el siglo XIV unido a un predominio de plantas silvestres propias del bosque bajo mediterráneo, acompañado de la desaparición de vestigios de plantas horto-frutícolas.

En los primeros años posteriores a la conquista cristiana, entre 1240 y 1253 se produjo en Cote la construcción de una torre única en España que tiene una planta tetrabsidal y una altura notable, hasta el punto de que debió convertirse en un verdadero símbolo de la cristianización de la zona, siendo visible al menos en unos 70 km a la redonda, salvo buena parte del oeste donde se encuentra la Sierra de San Pablo. Esta torre es de estilo gótico y tiene paralelos en otras construcciones realizadas por los reyes Fernando III y Alfonso X, así como el infante Don Fadrique; y es que este lugar -junto con Morón- fue entregado también a un hijo del rey Fernando III, llamado Don Enrique.
No hay evidencias de nuevas construcciones en los años siguientes y tan solo encontramos escasos vestigios de cerámica común, consecuencia del uso como atalaya que tuvo el lugar hasta 1492, fecha en la que conquistada Granada, desapareció la frontera.

En cuanto a Sillibar, encontramos indicios de continuidad en el poblamiento después de la conquista cristiana, ya sabemos qué pasó durante las segunda mitad del siglo XIII, en el siglo XIV las citas son escasas, produciéndose algunas más en el siglo XV. Así, en 1407 se menciona que las tropas castellanas que se dirigían a Zahara, pernoctaron aquí. También fue un lugar de pernocta para la gente de Morón en la víspera de la batalla de Lopera en 1483. A fines del siglo XV, Jeribel es un cortijo de Catalina de Ribera. Precisamente del año 1500 se conserva un nuevo amojonamiento.


A partir de 1461, el actual término de Montellano quedó integrado en el señorío de los condes de Ureña, señores de Osuna. El espacio llamado Algaida de Cote siguió siendo un bosque, pero ahora convertido en coto de caza de los condes de Ureña, quedando reservado para uso exclusivamente señorial las riberas del río Salado. Los condes negaron a las poblaciones limítrofes el aprovechamiento del bosque de la Breña, lo que generó numerosos pleitos entre el concejo de Morón y los señores, después duques, de Osuna.


En estos años y por donación de la Casa de Osuna se produce la fundación del convento de San Pablo de la Breña inmediato al flanco oriental de la Sierra de San Pablo. Justamente al otro lado de la sierra surgió a mediados del siglo XVII la aldea llamada Montellano, que acabó convirtiéndose en la principal aglomeración de esta zona y que adquirió la categoría de villa -independizándose de Morón- en 1788.

Aunque 1788 representa para Montellano el inicio de su vida como villa hay que tener en cuenta la existencia anterior de núcleos urbanos con estructura mínima y caracterizados por su enorme inestabilidad.


Cuando en 1651 un pequeño grupo de vecinos del 'sitio de Montellano' solicitaba del Concejo de Morón autorización para construir casas “ en tierras baldías y consexiles para vivir en ella “, esa precaria estructura comienza a dar los pasos previos de su afianzamiento.


No es de olvidar la importancia, en estos primeros núcleos urbanos, de la existencia del Convento de San Pablo de la Breña (a unos 3 Km. del Núcleo urbano) que se remonta a 1575 y que tuvo siempre un innegable vínculo con la aldea primero y con la villa después.


Felipe III, ya en 1603, concedería al Convento licencia de arrendamiento de 600 fanegas de tierra de dehesa propiedad por aquel entonces del Concejo de Morón para su hospedería.


El convento pudo actuar como elemento aglutinador, durante mucho tiempo, del núcleo urbano. De su importancia hablan diversos informes que aluden a la presencia entre sus muros, en busca de reposo y auxilio espiritual, de personajes como Bartolomé Esteban Murillo o de Miguel de Mañara.


De este íntimo vínculo nos quedó la celebración de las fiestas de 'Jubileos', que en sus orígenes consistía en la peregrinación de las gentes del lugar al Convento “a ganar el Jubileo“; a mediados del siglo XIX la fiesta empieza a celebrarse en la villa entre otros motivos por la exclaustración de los franciscanos de San Pablo hacia 1822.

1788 significará la independencia de Montellano de la villa de Morón y de la Casa Ducal de Osuna tras interminables años de pleitos, recursos y entramados legales por las reticencias continuas de Morón.


Entre los argumentos aludidos en una lista interminable resaltaríamos: la fuerte presión fiscal, encarecimientos del transporte y otros servicios básicos, tardanza de actos administrativos y judiciales ...


Pero entre tanto idealismo y entramado legal subyace también un interés marcadamente económico a la hora de estas concesiones por parte de la Corona que claramente, ante todo, busca recaudar fondos a los que igualmente debe hacer frente la villa.

Pero el 12 de Marzo de 1788 por fin llega la ansiada concesión de Carlos III en su último año de reinado.

“... Por la presente, de mi propio motu, ciencia cierta y poderío real absoluto... eximo, saco y libro a Vos la dicha Puebla de Montellano de la jurisdicción de la expresada villa de Morón y os hago villa de por sí y sobre sí... “.


Las primeras consecuencias directas sobre la ya villa de Montellano fueron las económicas. Una menor dependencia comercial y una menor presión fiscal crearon las condiciones idóneas para una relativa prosperidad económica dentro de las pésimas condiciones de todo tipo con las que se empieza a andar, aliviadas por el reparto de pequeños lotes de tierra para cultivar tras otro proceso judicial. Como consecuencia de todo ello en los primeros 10-15 años de vida autónoma el auge demográfico es un hecho.

Deslindada de Morón la villa continuará con una estrechísima relación con la Serranía de Ronda. Los caminos que desde la villa parten a Jerez-Bornos y Ronda presencian un comercio constante y una ligazón que la hace un elemento más de esta Serranía y la conexión lógica con la campiña sevillana.
Sobre esta población emergente inciden de manera muy cruda las circunstancias socioeconómicas reinantes, que se ven recrudecidas por hambrunas, epidemias, factores climatológicos adversos... que se dejan sentir sobre una población desprotegida con casi un millar de jornaleros de los que la mitad se declaran pobres de solemnidad. Así por ejemplo la fiebre amarilla de 1804 mermaría notablemente la población.

Vientos de guerra llegan a la Serranía cuando aún continúa la organización de la Villa como tal. El ejército napoleónico avanzaba hábilmente hacia la ocupación de la Península.

Las noticias del 2 de mayo madrileño llegan a Montellano días después, vía Utrera, y desde aquí se remiten a Morón, dictándose de manera urgente “se previera y estén dispuestas todas las armas de todas clases que se tengan en defensa de la Corona, Patria y defensa de la Religión”.


La noticia correrá entre los intricados caminos y montes de la Serranía convirtiéndose esta zona en uno de las mayores preocupaciones del ejército francés en su campaña de Andalucía.


La respuesta de la villa de Montellano es inmediata enviando voluntarios al ejército con el consiguiente esfuerzo económico de contribuciones paralelas que se demandaban para su mantenimiento. Estos voluntarios al mando del General Castaños asentado en Utrera, se enfrentaran al General Dupont en Bailén en Julio de 1808 y , muchos de ellos recorrerán la Península de batalla en batalla contra el enemigo francés. Unos 200 montellaneros de entre 16 y 45 años se alistan en las filas del ejército reclamados por la Junta Suprema de Sevilla, con lo que la población se resiente cuantitativa y cualitativamente. Mal alimentados, con piojos, disentería y con secuelas seguramente de enfermedades de una época sin vacunas y con una medicina y cirugía escalofriantes, durmiendo a la intemperie resulta muy fácil imaginar la grandeza de estos montellaneros que lo dan todo por unos ideales que seguramente muchas veces ni entenderían claramente.

1809 alejará ilusoriamente los tambores de guerra hacia otras zonas con lo que la vida de Montellano se mueve entre la recuperación y la consolidación como villa.

Será 1810 el año que tendrá su repercusión definitiva en la historia de esta villa serrana que quedará marcada como un caso cuando menos singular del siglo XIX español y que pervive en nuestros días como clara seña de identidad local.
A pesar del tiempo trascurrido desde la invasión y de controlar extensas zonas del territorio español, aún quedaban libres de la presencia del ejército napoleónico: Galicia, Extremadura, Asturias, Andalucía y parte de Cataluña. La ofensiva sobre Andalucía será llevada a cabo por el rey José I en persona. En pocas semanas se derrumbaba Andalucía.

La resistencia contra la invasión francesa se organizaría en zonas libres de ocupación o de complicada orografía, como es el caso de la Serranía de Ronda. Los serranos de la zona se agrupan bajo la dirección de varios caudillos entre los que destacó Ortiz de Zarate 'El Pastor', con apoyos ingleses y de Cádiz. Estos mismos atacan Ronda obligando a retirarse a los franceses que volverán días después, manteniéndose definitivamente pese al ambiente hostil permanente de la Serranía.

La Guerra de la Independencia fue una contienda brutal en la que no se respetaron personas, ni sexos, ni edades, si algo la caracteriza es su brutalidad excediéndose lo inimaginable.

Es en este contexto donde se deben insertar los sucesos de Montellano en abril de 1810 que, aunque personalizados en la persona de su alcalde D. José Romero, tienen como protagonistas anónimos a toda la Villa.
Romero estaba integrado junto a otros vecinos en partidas de guerrilleros que hostigaban al ejército francés desplegado en la zona. En uno de éstos, un destacamento francés de unos 500 hombres que se dirigía desde Utrera a Ronda, ataca la localidad el 14 de Abril de 1810; tal ataque es repelido dada la feroz resistencia de Romero y sus seguidores.


El 22 de Abril vuelven las tropas francesas reforzadas al mando del coronel Bonnemains y no pudiendo doblegar la defensa presentada deciden incendiar el pueblo que resultará destruido casi en su totalidad, a excepción de parte de la torre de la iglesia y algunas pocas casas particulares en las que aun hoy en día pueden apreciarse las secuelas de la catástrofe. Previo al incendio, se produce el saqueo y destrucción que tuvo especial intensidad en la Iglesia. Se producen rehenes y en pura lógica muertos dada la virulencia del ataque. Es difícil la cuantificación aunque debió resultar impactante el fusilamiento del Capellán del Convento de San Pablo en la villa.

Tampoco en esta ocasión se pudo obtener una victoria completa al presentarse en la villa una partida de vecinos de Puerto Serrano y Algodonales al mando de Gaspar Tardío y Francisco Salcedo. El alcalde Romero debe huir hasta Algodonales. Esta localidad vecina correrá suerte parecida, siendo sitiada el 1 de Mayo por tropas francesas. Al ser éstas nuevamente hostigadas, la localidad será incendiada con muchos bajas, entre ellos, el alcalde de Montellano, D. José Romero Álvarez.

Por Real Orden de 26 de Agosto de 1821, el rey Fernando VII mandó que se perpetuara el recuerdo de D. José Romero Álvarez y de los hechos que protagonizó junto a los habitantes de la villa de Montellano.

El escudo local fue hasta 1812 el de la Casa Ducal de Osuna; desde entonces, el escudo es un escudo cortado. Primero, el campo de oro una villa con sus casas y torres ardiendo, en color natural, las casas blancas, los tejados rosas y las llamas de gules. Segundo, una cartela figurando pergamino con un rótulo que dice: 'POR LOS FRANCESES, 14 y 22 de ABRIL DE 1810'.

Al timbre, corona real moderna del siglo XIX. Conviene señalar que la forma del escudo debe ser castellana, es decir, sin terminar por debajo en punta, porque entonces sería un escudo francés. No debe usarse sin corona.